27 de abril de 2007

LARRALDE: UN POEMA DE LUCHA

Envuelto en el polvo
al cabo del camino, estoy
la voz quebrada, la palabra opaca
sin fuerza el paso.
El viejo corazón batido
en cien luchas; la sien encanecida,
la mano huesuda y flaca
el rostro sin color.
El pie inseguro
la sangre sin fuerza y sin púrpuras
no colma ni calienta las arterias
todo quedó atrás, menos el sueño
mi viejo, mi joven, mi niño
sueño igualitario, libertario,
fraternal.
El marcha delante mío
lo siento, lo veo, lo palpo.
Me quema su calor
me deslumbra su horizonte.
¡He peleado por tantos
que lo ignoran!
¡Sufrí tantas derrotas
en mi afán de hacerlos trepar
por las cuestas escarpadas
de la esperanza y el amor!
Pero allí, delante mío, deslumbrante
pertinaz, sigue mi sueño en pie
y hacia el camino
mis últimos pasos con la fe,
el ardor
de mis primeros pasos.
¡Creer, creer, creer siempre
obstinadamente
en el sueño increíble
en el canto no escuchado
en la acción irrealizable
en la meta inalcanzable
en el goce no sentido
de un triunfo no alcanzado!
Andar sin trabas, ser libre
combatir para los otros.
La vida, la hermosa vida
solo se realiza
cuando la vamos dando
paulatina, totalmente
por la vida del hombre ignorado
por el hermano que nos desconoce
y acaso nos golpea.
Y entonces, por creer, por querer
impenitentes, incurables utopistas
obstinados
ya somos viejos,
ni nos envuelve el polvo
ni el corazón afloja.
Simplemente nos gastamos
como las piedras que ruedan mucho
y siguen siendo piedras
con vetas de luz
y durezas de juventud!

Larralde 23 de agosto de 1959

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