7 de septiembre de 2010

LANZAMIENTO DEL MOVIMIENTO DE RENOVACION NACIONAL

Estuvimos en Cordoba , para el lanzamiento del MORENA. Llevamos este documento para compartir con los correkigionarios de todo el país.


POR UN RADICALISMO SOCIALDEMOCRATA


No es cierto que el recorrido pendular que transita nuestro país entre el neopopulismo y el neoliberalismo sea un acontecimiento inmodificable al que nos debamos acostumbrar.

Como si fuesen dos relatos alternativos de una misma matriz de saqueo, concentración económica y desigualdad social; en la experiencia política argentina encontramos demasiadas continuidades entre ambos paradigmas.

Tampoco es cierto el hecho de que, por contexto político y tradición histórica, sea imposible construir una alternativa superadora que permita conjugar altos niveles de igualdad social con eficiencia económica, fortaleza institucional y una activa participación política de las mayorías.

Menos aún lo son, aquellas opiniones frívolas, que consideran la política como un circo mediático, en donde la crítica y la propuesta deben dejar su lugar a la denuncia liviana y al golpe de efecto.

Determinismos, posibilismos y cortoplacismos son la causa de nuestro atraso económico, social y cultural y la consecuencia de haber sacrificado a la política en el altar del mercado y los medios masivos de comunicación durante décadas.

Pero no todo es resignación y desesperanza. Existe una nueva generación de militantes populares que creemos en la utilidad de las ideas como camino posible para elevar el nivel de conciencia colectiva y generar acuerdos estratégicos en pos del cambio social positivo.

Estamos quienes nos animamos a continuar soñando con una Nación en donde la libertad y la igualdad sean alcanzadas mediante la solidaridad y la participación; con un país que recupere la iniciativa creadora para fundar un modelo de desarrollo y bienestar; y con un pueblo que deje de mirar resignado las desigualdades y la exclusión, el enfrentamiento estéril y vanidoso, el desinterés social y la apatía política.

Conciencia y consenso acerca de lo que nos paso y hacia dónde queremos ir, son los imperativos para cimentar un pacto político y social que oficie de plataforma de lanzamiento de la Argentina del bicentenario.

Siempre en esta dirección, hace ya muchos años que Raúl Alfonsín propuso un horizonte estratégico para la Argentina: la democracia social.

Nuestra propuesta consiste en discutir al menos tres ejes decisivos para alcanzarla, marcando sendas diferencias entre el crecimiento económico y el desarrollo productivo, el asistencialismo focalizado y la distribución niveladora, la participación electoral y la ciudadanía política.

Aunque algunas definiciones parecen similares y creamos que sus diferencias radican en apenas matices, su connotación es bien distinta y remite a un modelo de país en donde la diferencia se corporiza en que cantidad de gente puede vivir plenamente su libertad y en quienes no.


DESARROLLO PRODUCTIVO

La Argentina debe proponerse una nueva organización económica que modifique la actual matriz productiva, en pos de un modelo de crecimiento, bienestar y participación en la búsqueda de una sociedad integrada. Habrá que dejar de lado la visión de una esfera económica separada de “lo social”. Asumir que existen actores con una distribución desigual de poder; que las relaciones económicas son sociales, para poder avanzar en su democratización.

A pesar de la indudable recuperación de la crisis del neoliberalismo, se puede verificar la profundización de tendencias heredadas: la concentración, extranjerización y primarización; así como la prioridad de las exportaciones por sobre el mercado interno nos muestra la radiografía de una economía de enclave meramente extractiva de recursos.

¿Cual debe ser el sujeto fundamental que sirva de base para el despegue? Las grandes empresas oligopólicas –antes denominadas “burguesía nacional”- deben cumplir un rol importante en algunas áreas, pero no pueden ser la columna vertebral de la alternativa socialdemócrata. Han demostrado su tendencia a la falta de inversión -a pesar de su altísima rentabilidad-, la consiguiente fuga de capitales, y una recurrente venta a fondos extranjeros de sus activos. Si a ello le sumamos un proceso de transnacionalización de sus empresas y una creciente competitividad en el nuevo mercado mundial, debemos asumir que: ni burguesía, ni nacional. Son otros los actores que pueden asumir la tarea de innovación y compromiso nacional que quedo vacante.

Son las MiPyME, el sector cooperativo, sector estatal, diversas modalidades de economía social -fábricas recuperadas, comercio justo, etc- las que deben constituir un espacio que el Estado se comprometa a fomentar.

Una construcción impositiva que las beneficie, un banco que financie su desarrollo, organismos técnico – científicos que asesoren y otros que fijen reglas de juego en toda la cadena productiva (desde la materia prima el consumidor final) para reducir el poder de los oligopolios. Por otro lado habrá que limitar la venta de empresas nacionales a manos extranjeras, así como aplicar condiciones y áreas especificas para su radicación.

En materia financiera, convertir el ahorro en inversión productiva, desalentando la valorización financiera del capital y aplicando incentivos fiscales para retener el excedente económico y evitar la fuga de divisas.

También los trabajadores son fundamentales. Hoy la mayoría de los empresarios cuando piensa en su ganancia mira afuera del país, debido a la orientación exportadora. Habrá que hacer que “miren a dentro”, para que el salario abone al crecimiento del mercado interno, dejando de ser solo “un costo” para los empresarios.

El Estado tendrá que hacerse de una parte mayor del excedente de la renta agraria, minera, pesquera y petrolera; a través del mantenimiento de las retenciones y juntas reguladoras. Una reforma impositiva amplia y profunda que sea mas progresiva y le de sustentabilidad al nuevo modelo.

Diversificación productiva que atienda la soberanía alimentaria, democratización de uso y tenencia de la tierra –definida en el Plan Arraigo de FAA-.

No se trata de destruir, pero si de priorizar y definir reglas de juego. Todos deben tener un rol –desde la fábrica recuperada hasta la inversión extranjera- a partir de una planificación inteligente del Estado. Esta debe ser la herramienta central que reamolde la matriz industrial para mejorar la productividad y alcanzar estándares internacionales de costos y calidad. Definir las ventajas comparativas dinámicas (no a partir de la simple dotación de recursos), así como posibles nichos de especialización. Avanzar a una “descommoditización”, integrando las cadenas de valor y expandiendo la capacidad productiva. Pensar en clave latinoamericana, para profundizar la integración y avanzar a un modelo autosustentable y complementario.


IGUALDAD DISTRIBUTIVA

El cuadro social actual de la Argentina, altamente degradado y fracturado merced a los procesos económicos, políticos y sociales vividos, requiere de nuevas herramientas que permitan devolverle al Estado su ética legitimante, a la sociedad su homogeneidad cohesionadora y al individuo su dignidad realizadora. Es inclaudicable la tarea de consensuar un único y estable modelo de bienestar general, que armonice las relaciones sociales y proteja a los sectores más desfavorecidos.

Habrá que rediseñar el Estado de Bienestar adaptado a las necesidades de nuestra época. Un Estado fuerte y ágil con otro formato de intervención, otros mecanismos de financiación y otros objetivos de acción.

Las libertades negativas deben complementarse con aquellas otras que expandan los derechos sociales y redimensionen el marco de las oportunidades que se le brinda a la sociedad. Este proceso necesita basarse en tres principios generales: En concebir al bienestar como la máxima aspiración posible de igualdad y no una simple equiparación de ingresos. En consensuar la instrumentación de las políticas sociales (la meta de la seguridad social en la Argentina debe ser la universalización de las políticas sociales). Y en tener parámetros lógicos y sustentables para recaudar y administrar las partidas presupuestarias que se destinan al gasto social, el cual debe dejar de tener carácter pro cíclico.

El actual modelo económico ha hecho muy poco para modificar el esquema distributivo argentino. La política de transferencia de ingresos debe contemplar las trasferencias directas, como la asignación “universal” por hijo (ampliándose al total de la niñez), las jubilaciones y pensiones, y una estructura de subsidios que reparta el costo económico de manera solidaria. Los servicios públicos no pueden ser arancelados. La prioridad política y presupuestaria debe estar puesta en la salud y en la educación pública, trayendo a la órbita nacional estos servicios y financiándolos correctamente para jerarquizarlos. Conjuntamente necesitamos realizar una reforma impositiva progresiva, que grave a los sectores de más alta rentabilidad como las transacciones financieras, la minería, el juego, etc.

Como mecanismos de integración social debemos incorporar a la economía formal a aquellas cooperativas de trabajo que se montaron en los últimos años incluir e integrar a aquellos sectores que actualmente no son tenidos en cuenta en los programas de gobierno.

Debemos hacer nuestro el compromiso de redistribuir con justicia el excedente económico y el de acelerar el proceso de inclusión integral de los sectores más postergados.


PARTICIPACION CIUDADANA

Luego del horror de la dictadura, los primeros años de la primavera democrática no alcanzaron para construir una democracia plena. El molde del neoliberalismo le impuso el ADN a la democracia formal y delegativa que hoy tenemos. Para hacer realidad un proyecto de transformación no puede hacerse en el aire, sin base social que lo sostenga. Por ello debemos avanzar a una propuesta política basada en ideas y no en candidatos.

Devolverle fuerza y poder a los actores tradicionales formales de la sociedad democrática: los partidos y los sindicatos. Para los primeros habrá que avanzar en una verdadera reforma política, superadora de la simple reforma electoral del Kirchnerismo. En cuanto a los sindicatos, otorgar la personería gremial a la CTA es ineludible. Por otro lado tendremos no podemos negar a nuevos actores políticos como son los movimientos sociales., con los que habrá que gobernar replanteando e institucionalizando la relación.

La construcción política necesaria no es fácil. Se necesitará diferenciar la cuestión programática, de la política y de la electoral. La primera de ellas marcará el rumbo y definirá las fronteras políticas. Las débiles (con las que podremos llegar a acuerdos) y las fuertes (que marcan el límite político ideológico infranqueable para sostener la identidad). Habrá que movilizar a la militancia para discutir en la sociedad y tejer el anclaje social. Generar consensos con otros partidos y movimientos sociales afines al proyecto, que le den potencia y sustento político institucional; y así ir delineando la estrategia electoral más conveniente.

Militando ideas, haciéndolas mas visibles y dotándolas de poder, debemos racionalizar la discusión para construir un bloque político social que se encolumne -mas allá de sus tácticas electorales- atrás de una agenda nueva que de contenido a la alternativa socialdemócrata. Que concientice, organice y movilice a la sociedad, y así pueda compatibilizar la gobernabilidad con el cambio social profundo que necesita nuestro país.



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