2 de mayo de 2011

QUE BONITA VECINDAD



En los últimos años, o más específicamente en la era K, hemos asistido sin duda a un boom de la construcción. Este es uno de los factores mostrados hasta el cansancio, junto al boom exportador y el del consumo, para explicar la “situación paradisíaca” en la que se encontraría el país.


Es un hecho que la construcción ha crecido a un ritmo constante desde 2003. Como contrapartida solo registró el estancamiento del 2008 y la caída del año 2009, producto comprensible de la influencia de la crisis internacional.


Sin embargo, pese a las luces que enceguecen, se puede ver tras bambalinas algunos aspectos oscuros. Es que la forma de presentar las noticias no son neutrales, y en ocasiones hay datos que ocultan más de lo que esclarecen. El Kirchnerismo es especialista en estos menesteres. “El campo”, “la oposición” “el consumo” “las exportaciones” son colectivos/conceptos que abarcan mucho y aclaran poco.


Hay que ponerse el traje de cirujano para diseccionar un poco estos temas. Aquí lo haremos mas bien como “Jack el destripador” para pensar en otra de las paradojas de la abundancia K. ¿Como se entiende sino el boom de la construcción, al mismo tiempo que se hace cada vez mas evidente el problema estructural de acceso a la vivienda que existe en nuestro país para las clases medias y bajas?


Mucho se habla del rol del Estado: Si si, si no, si mucho, si poco. Muy poco sobre el como y en beneficio de que y quien.


Es evidente que el Estado cumple una función en cuanto a la asignación directa de recursos en la industria de la construcción vía obra publica (sea vial o de infraestructura). Pero también el Estado debe orientar la inversión privada en sectores y de manera que sea beneficioso para la sociedad.


Ni el gobierno nacional, ni el de la Ciudad de Buenos Aires han aprovechado este “boom” de la construcción para tratar de paliar la gravísima crisis de vivienda que tenemos hoy.


El gobierno amagó solo con un plan –anunciado con bombo, bandera y vincha- de créditos para vivienda al que no pudo adherirse nadie. En la Ciudad, Macri vació el Instituto de la Vivienda (IVC).


Pasa que luego del 2001, acompañando una tendencia mundial, muchas veces se usan “los ladrillos” como una forma de poner a resguardo el capital, que se desvaloriza por inflación bajo el colchón y no encuentra otros espacios de rentabilidad, o como inversión especulativa.


Por eso se ve mucho mercado Premium de alquiler de oficinas clase A, mucha vivienda ABC1 (para el segmento de clase alta), mucho condominios y edificios de alta gamma. Bien equipados con nuevas comodidades (amenities): por ejemplo microcine, obras de artes de artistas, Internet WIFI, pileta climatizada, canchas de tenis, cocheras por departamento, un maitre a disposición las 24 horas, sauna, sala de masajes, gimnasio y un business center, entre otras cosas.


Ubicados en la zonas mas privilegiadas (Puerto Madero, Olivos, Vicente Lopez, Tigre); con precios para la venta -según fuentes del mercado- donde el valor del m2 construido de alta gama oscila entre US$3.500 y US$7.000; sin créditos hipotecarios; con el Banco Hipotecario en manos del Grupo Irsa (aliado incondicional del Gobierno Nacional); parece ser -junto a la industria del juego- una pata mas de la economía del lavado.


Ante este cuadro es imposible no preguntarse: si soy de clase media, trabaja mi señora, trabajo yo, mando a mis hijos a la escuela pública, nos manejamos con obra social, no tiramos manteca al techo pero tampoco lloramos miseria; no nos da ni para empezar a pensar en una vivienda propia, ¿Quien carajo es en esta Argentina el que tiene la guita para comprar o alquilar lo que hoy se construye?


Esperemos que el boom, no explote.

1 comentario:

Agus Cholo dijo...

Muy bien loco, un dianóstico bien mordaz sobre las paradojas de esta abundancia!